Aristóteles asienta la ciencia como un conocimiento demostrativo, concebía la investigación científica como una progresión circular que iba desde las observaciones particulares hasta los principios generales, para volver a las observaciones. Establece que la ciencia es el conocimiento sobre el que tiene que estructurarse todo saber. Por esta razón, la explicación científica solo se consigue cuando se deducen enunciados sobre fenómenos o propiedades a partir de sus principios explicativos. La explicación científica es una transmisión desde el conocimiento de un hecho hasta el conocimiento de las razones, planteando el método inductivo-deductivo.
Dentro del conocimiento podemos describir varias ramas o formas, tendríamos un conocimiento científico, empírico, filosófico, religioso, el conocimiento intuitivo e incluso el conocimiento metafísico. Todas las ramas anteriormente mencionadas tienen factores comunes, como son el estudio y la observación, y factores opuestos, como puede ser el pensar que existe un conocimiento único, ya que creerlo nos llevará a la absoluta ignorancia.
A diferencia del conocimiento científico, que es fruto de la investigación, la experimentación y la verificación, el conocimiento empírico es aquel que se obtiene a través de la experiencia directa con el mundo y que está, por ende, limitado a los sentidos y las percepciones. El conocimiento metafísico, por su parte, se enfoca en estudiar todo lo que la física no puede demostrar.
En muchas ocasiones, la ciencia está limitada por la forma de observación y evaluación, y es por esa razón que la transversalidad del conocimiento tiene sentido. El conocimiento empírico, intuitivo o metafísico nos ayuda a comprender modelos que el conocimiento científico no es capaz aún de demostrar, en muchas ocasiones por falta de desarrollo tecnológico, capacidad humana o falta de años de madurez como especie. La existencia de ideas innatas o verdades universales choca directamente con el conocimiento y el desarrollo de la sabiduría, pero en muchas ocasiones son necesarias bajo un contexto de justificación de ciertos actos o decisiones que se toman en la actualidad.
Muchos de los descubrimientos y hallazgos a posteriori descritos y comprobados científicamente, previamente fueron observaciones epistemológicas de grandes sabios que basaban su “ciencia” en la observación. De la misma forma, muchas de las prácticas científicas demostradas hace años posteriormente se han declinado, pasando a ser contraproducentes o demostraciones no válidas. La historia de la ciencia está llena de descubrimientos que fueron inicialmente rechazados por la «ciencia oficial» hasta que nuevas evidencias o nuevas formas de entender la realidad los hicieron válidos. En este sentido, la ciencia no es un conocimiento estático, sino que está en constante evolución, y las ideas que hoy consideramos indiscutibles pueden ser refutadas mañana.
En palabras de una buena amiga: “Estamos en la era del ‘cienticismo’, del reduccionismo y de la anulación de lo desconocido, con una superioridad moral impropia de la sociedad en la que estamos.” – A. Albeniz
Y es ahí donde está el problema, en la superioridad moral que se crea por parte de ciertos grupos de personas en intentar crear sus ideas como únicas, volviendo el debate totalmente dogmático y excluyente. La búsqueda de la verdad y del conocimiento, como proponía Aristóteles, es un proceso abierto, dinámico y plural. Es importante reconocer que la humanidad no avanza solo en términos de conocimientos objetivos, sino también en su capacidad de vivir juntos en una sociedad respetuosa de la diversidad de pensamientos, prácticas y creencias.
Una era en la que el respeto por la praxis ajena es totalmente rechazado, si no busca o se alinea con mi conocimiento, práctica o quizás con mis intereses. Las personas, ante el interrogante de qué es el ser humano, tienen y tendrán siempre la necesidad de ideas, de moral y de mitos, y como tantas veces en la historia y en la evolución humana, la sociedad cambia, pero en este caso no sabemos si para evolucionar.
Por eso nos toca pensar críticamente sobre el papel de la ciencia en la sociedad actual, que aun siendo totalmente imprescindible y valiosa, debemos equilibrar el respeto por diferentes formas de conocimiento. La evolución del pensamiento humano no solo depende de los avances científicos, sino también de la capacidad de cuestionar nuestras certezas y aceptar que la verdad, en muchas ocasiones, es mucho más compleja y multidimensional de lo que las disciplinas especializadas pueden ofrecer.